lunes, 18 de enero de 2010

Homilía. Ciclo C.

.1.- CAMINO DE BÚSQUEDA DE DIOS DESDE LA SENCILLEZ DE LOS NIÑOS

Por Pedro Juan Díaz

1. - Un año más... Con esta fiesta de la Epifanía del Señor, terminan los días que hemos dedicado a recordar y celebrar el nacimiento de Jesús, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Es cierto que las fiestas se han comercializado en exceso, y esta de hoy creo que la que más, pero es mayor verdad, y más gozosa, que la paz ha inundado el corazón de muchos hombres y mujeres, que se han sentido amados y amadas por Dios. Un año más hemos cantado villancicos al Niño-Dios en la noche de paz, con pregón navideño incluido. Y hemos enviado nuestras felicitaciones, a los de cerca y a los de lejos, con el deseo sincero de que sea Navidad todos los días del Año Nuevo.

Esta fiesta que estamos celebrando es, sobre todo, una fiesta de los niños y de todos los hombres que buscan a Dios como los Magos y quieren ser como niños por la generosidad. Nuestro punto de partida, por tanto, es un camino de búsqueda de Dios desde la sencillez de los niños.

2.- Epifanía: manifestación de Dios a todos los hombres.-Epifanía significa manifestación: es la fiesta de la manifestación de Dios a todos los hombres. Es una manifestación brillante y universal. No es una fiesta privada, intimista, cerrada y acabada en el belén familiar o parroquial. Lo específico de este día es su sentido universal, que abre la Navidad, la presencia amorosa de Dios a todos los hombres.

En el Evangelio descubrimos esto simbólicamente en las figuras de Herodes y de los Magos. Herodes, y con él todo Jerusalén, se turban ante la noticia del nacimiento del Mesías. Es el anticipo del rechazo que va a vivir Jesús por parte de los suyos, de sus propios paisanos, de los judíos, a los que, en un principio, iba destinada la salvación. Por otro lado, los magos, que vienen de Oriente, del paganismo, se abren ante la novedad de Dios. “Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron”. Es curiosa la paradoja: sus paisanos, verdaderos destinatarios de la salvación, lo rechazan, mientras que unos magos de Oriente lo adoran y lo reconocen como Hijo de Dios. La salvación adquiere así una dimensión universal.

También es importante recuperar, en un día tan especial como el de hoy, el sentido de ADORACIÓN, el sentido profundo y existencial de adorar a Dios. Los magos, fueran quienes fueran, vinieron de Oriente para adorar al Mesías. Valdría que nos planteáramos a quién adoramos nosotros…, a quién o a qué damos culto y reverencia… Ante quién o ante qué somos capaces de postrarnos por tierra… Sería bueno que le ofreciéramos al Niño una respuesta sincera y honesta y una honda revisión por nuestra parte.

Sería más bueno que nuestra respuesta fuera: “Venimos a adorar a un niño envuelto en pañales…que es el amor de Dios sobre la tierra.” Y que postráramos ante Él toda nuestra vida. Los viajeros le ofrecieron oro porque era rey, incienso porque era hijo de Dios y mirra porque, como hombre, le iba hacer falta unos treinta años más tarde. ¿Qué le ofrecemos nosotros al Señor?

3. ¿Qué señales damos hoy? Cuando llegas al pesebre y te encuentras con Jesús, el siguiente paso es que te conviertes en estrella para guiar a otros hasta ese mismo lugar, hasta Jesús. La estrella que los Magos de Oriente descubrieron les animó a dejar su casa, su tierra, sus ocupaciones y a ponerse en camino. No siempre la señal aparecía clara; incluso hubo momentos en los que desaparecía. Hoy, como siempre, en medio de una multitud de señales y de llamadas, los seguidores de Jesús y de su proyecto somos invitados a convertirnos comunitariamente en estrella, en señal de la salvación universal que Dios viene a traernos.

¿Qué señales damos hoy? Quizás podría ser esta la pregunta que nos cuestionara a todos en esta Eucaristía. En esta fiesta de los niños, nos preguntamos si somos una buena estrella comunitaria para ellos, o si en el fondo no conducimos a ningún sitio. Y de su respuesta surge nuestro compromiso para este nuevo año que comenzamos: ser estrellas que conduzcan a Jesús. Ahí tenemos la tarea

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